Cómo enseñar a ahorrar a los niños sin que se den cuenta
Una hucha y la ilusión de tener un fondo de ahorro al cabo de unos pocos meses; esta era la forma en la que, tradicionalmente, nuestros padres y abuelos nos enseñaron a ahorrar. Sin embargo, al cabo de un tiempo, el aliciente inicial de conseguir pagarnos nuestras cosas sin necesidad de pedir dinero se convertía en algo aburrido y monótono.
Seamos claros: los niños necesitan un punto de motivación extra para aprender una determinada conducta. Cuando una tarea es divertida, es mucho más sencillo que un niño muestre interés en ella y continúe haciéndola al cabo de un tiempo. Y lo más seguro es que obtenga los resultados esperados al cabo de un tiempo, sin casi darse cuenta. Esto es lo que se conoce con el nombre anglosajón de gamificación.
¿En qué consiste la gamificación?
La gamificación es un método que utiliza la mecánica de los juegos (games, en inglés) para fomentar prácticas o comportamientos entre los individuos que lo ponen en práctica. Dicho de otro modo, se trata de aplicar juegos a algunas actividades que nos resultan tediosas o poco motivantes con el objetivo de hacerlas divertidas.
La idea no es nueva, ya que desde hace bastantes años se utilizan simuladores de conducción en las autoescuelas o de pilotaje de aviones. Pero si hay un campo de aplicación en el que esta técnica ha crecido de manera bastante notable, ese ha sido el de la educación y la formación de los más pequeños.
Juegos para fomentar el ahorro, la nueva moda
Son varias las instituciones y organismos internacionales que han puesto en marcha diversos programas cuyo objetivo ha sido el de fomentar la educación financiera entre los niños de manera gratuita. Entre ellos, destacan Coinland (la tierra de las monedas), una iniciativa del Commmonwealth Bank australiano para niños de cinco a diez años de edad; o Inflation Island (la isla de la inflación), para enseñar cómo nos afecta la subida generalizada de precios en nuestro día a día.
En cualquier caso, tan importante o más que adquirir una buena base teórica a través de estos juegos educativos es ponerlos en práctica. Nuestro día a día está lleno de situaciones en las que podemos desarrollar todas las lecciones aprendidas sobre las finanzas.
Por ejemplo,juguemos a ser trabajadores de una empresa y a medir nuestra productividad. Podemos asignarles una tarea del hogar y en función de su desempeño, darles un sueldo mayor o menor, de manera que puedan ir interiorizando lo que cuesta conseguir dinero y valorarlo en su justa medida.
Ante todo, debemos llevar a cabo estos juegos de manera que no facilitemos su labor. Si se ha quedado sin dinero para comprarse esa videoconsola que tanto quiere, tendrá que volver a ahorrar. Así que, eliminemos de esta ecuación los préstamos y adelantos de nuestros servicios bancarios.
La gamificación, éxito asegurado entre los niños
La gamificación tiene éxito en cualquier ámbito de aplicación. Con ella, convertimos tareas aburridas en juegos divertidos, que nos motivan y nos ayudan a ser constantes. Estas técnicas tienen un éxito asegurado entre los niños, muy familiarizados con las mecánicas de los juegos y para los cuales la dedicación al estudio no tiene demasiado interés.
De esta manera, lo que en principio iba a ser una tarea sin ningún tipo de aliciente acaba convirtiéndose en algo que nos divierte, y conseguimos que ellos consigan el objetivo, el del ahorro y el de la gestión de sus finanzas personales, sin que se den cuenta de ello.