Aunque parezca contradictorio, cuando operamos en bolsa estamos continuamente condicionados por nuestros sentimientos. No en vano, las fases de euforia y pánico son muy habituales en los medios de comunicación y entre los inversores, al hablar de movimientos a la baja y al alza de los mercados, respectivamente.
La relación de muchos clientes con sus entidades financieras ha tenido un antes y después durante este periodo de crisis económica. Entre otros factores, este cambio se ha producido como consecuencia del reducido nivel de cultura financiera de nuestro país, uno de los más bajos entre los países de nuestro entorno. Son muchas las personas que no entienden el funcionamiento de productos financieros básicos y, por supuesto, mucho menos cuando se trata de complejos. Además, figuras como la del asesor financiero independiente están muy poco desarrolladas en España, por lo que el inversor que adquiere estos productos cede indebidamente la responsabilidad de elegir un producto al vendedor.
Es difícil olvidar el primer suspenso, aunque luego vengan más, y mucho menos si luego no vuelve a aparecer ninguno. Las notas tienen eso, nos califican, nos ponen en nuestro sitio o, al menos, nos sitúan en un escenario determinado. Algo que puede gustarnos más o menos porque a veces el profesor nos tiene manía o porque eso que nos preguntaron no caía en el examen. Excusas aparte, todos nos examinamos, activos financieros incluidos. Aunque sus notas sean distintas y diferentes a nuestros ceros o dieces.
Cuando un inversor coloca su dinero en un producto de inversión, se piensa que lo hace con afán de obtener una cierta rentabilidad, pero nunca con un fin adicional. A cambio de su dinero y de asumir un cierto riesgo, si la inversión sale bien, obtiene a cambio una recompensa que incrementa su capital o su participación en un negocio. Sin embargo, las cosas están cambiando y el perfil del inversor tradicional no es el único que puja en el mercado, sino que está acompañado de los inversores en sistemas de crowdimpacting.
Los fondos de inversión se han convertido en una alternativa muy interesante para muchos ahorradores, en especial teniendo en cuenta la baja rentabilidad de otros productos de renta fija, como los depósitos bancarios. El amplio abanico de posibilidades que ofrecen hace que sea un producto pensado para todos los públicos, tanto aquellos que quieren asumir riesgos como para los ahorradores más conservadores.
Los bajos intereses que ofrecen en la actualidad los productos de renta fija están provocando un desplazamiento de los capitales de los ahorradores desde los tradicionales activos hacia otros que ofrecen una rentabilidad mayor. Uno de los productos que más simpatía despierta entre los inversores particulares son los fondos de inversión. En la actualidad, las gestoras en España gestionan en torno a 218.000 millones de euros, el equivalente al 15% del PIB de nuestro país,
Imagínate el recreo de un colegio sin la vigilancia de un profesor o un partido de fútbol sin el control de un árbitro. Es difícil pensar que funcionasen o, por lo menos, que todo transcurriera sin conflictos. Todo tiene un orden y, puede que, alguien que lo imponga al velar porque se respeten unas reglas. En el mercado de valores español, en la Bolsa, también cuentan con esa figura, con una presencia similar a la de un árbitro o la de un maestro que vigila todo lo que sucede y sanciona las conductas que no cumplen las normas. Es el papel de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, quizá más conocido como CNMV, un organismo que se encarga de la supervisión e inspección de los mercados y de la actividad de los que en ellos operan.
Llega nuestra edad de jubilación y, después de estar años ahorrando e invirtiendo en nuestros planes de pensiones, nos encontramos con una decisión difícil: ¿cómo cobrarlo? ¿Todo de golpe o en forma de renta? Hasta hace poco, la mayoría de los beneficiarios de un plan de pensiones lo hacían en forma de capital, ya que todo rendimiento generado con más de dos años disfrutaba de una reducción impositiva del 40% sobre sus ganancias. Desde entonces, allá por el año 2006 y a partir de este ejercicio, el 2015, también para las aportaciones realizadas antes de la fecha de anulación (dejando 2 años como periodo de transición) la fiscalidad ha empeorado, premiando el cobro en forma de renta.
A diferencia de otras inversiones como las acciones o los depósitos a plazo fijo, en los que su rentabilidad es sencilla de calcular, en los fondos de inversión, al invertir los capitales de muchos partícipes en una multitud de activos diferentes, este cálculo no es tan fácil. Es necesario conocer, primero, cuáles son los activos en los que se invierte y su proporción para, después, calcular cuál es la evolución de cada activo en función de su distribución dentro de la cartera del fondo.