Cuando se contrata un seguro del hogar, siempre se hace con la mejor intención, que es la de cubrir los riesgos que pueden poner en peligro la vivienda y los enseres personales, unos bienes muy importantes y preciados para cualquier familia. Al principio, dadas las exigencias requeridas en el proceso de contratación, se dedica un tiempo a pensar las coberturas que mejor se adaptan al caso particular y a elaborar un inventario que permita dimensionar el valor de los bienes asegurados.
Las empresas ofrecen a sus empleados compensaciones por su trabajo que van más allá del salario, como es el caso de los seguros de vida que se incluyen en los paquetes de beneficios sociales. Los seguros de vida de empresa son una ventaja para el colectivo de trabajadores que lo disfrutan, pero cada persona debe revisarlo para tener claro el alcance y si le conviene mejorar de alguna forma las coberturas incluidas.
Los seguros están llenos de conceptos y aspectos que nacieron en la antigüedad y que, todavía hoy en día, se aplican de forma más o menos habitual en nuestra vida diaria. Allá por el año 3.000 a.C., los chinos empezaban a asegurar sus mercancías ante el temor de pérdida en los ríos inventando el concepto de seguro; más adelante, los babilonios formaron las primeras mutuas para proteger a sus mercaderes en sus travesías por el desierto. Y en esto de la historia, por supuesto, los griegos no se iban a quedar atrás y, por eso, inventaron el concepto de promedio general de los seguros.
Tener todos los seguros al día es importante para evitar que en caso de siniestro surjan sorpresas desagradables o malentendidos. Desde que se contrata una póliza, las circunstancias del contrato pueden haber cambiado y, por tanto, es posible que algunas cláusulas pactadas puedan hacer que el resultado en caso de siniestro sea diferente a lo esperado.
En determinadas ocasiones, nuestro historial personal nos dificulta el encontrar una compañía aseguradora dispuesta a asegurarnos en el mercado, lo cual nos dejaría en una situación difícil, especialmente si se trata de un seguro obligatorio: exponernos a una multa por parte de la Administración y no poder hacer nada porque no hay nadie dispuesto a asegurarnos. Entonces, ¿qué puede hacer una persona en estas circunstancias?
Atento a la letra pequeña, porque en ella estará la clave. No lo olvides, el seguro es un contrato entre dos partes, un acuerdo que debe dejar por escrito todas las condiciones pactadas, entre las cuales se encuentran los casos en los que nuestra aseguradora puede subirnos la cuota. Una afirmación que sirve para cualquier tipo de seguro.
Contratar un seguro es una de las vías que tenemos todos los mortales para mitigar los riesgos que nos rodean. En algunos casos donde existen riesgos de importancia para el buen funcionamiento de la sociedad, la ley es la que se anticipa y obliga a contratar un seguro, como es el caso del seguro obligatorio de coches y de motos. Gracias a este seguro, la mayoría de la población puede gestionar los daños cuando se produce un accidente, ya que cualquier conductor debe estar asegurado para poder circular por las carreteras españolas.
El riesgo de viudedad es uno de los factores que la mayoría de personas se plantean cubrir o no cuando firman un contrato de seguro de vida. Se trata de una cobertura que puede contratarse como complemento a la pensión de viudedad y que sirve para asegurar unos ingresos en caso de fallecimiento del cónyuge o pareja.
Son dos partes las que firman la póliza del seguro: quien lo contrata, que será el tomador y la empresa aseguradora, que ofrecerá el servicio. Ambos tendrán sus obligaciones y sus derechos al firmar el contrato. De lo que aquí vamos a hablarte es de cuáles son tus derechos como asegurado y qué es lo que puedes y debes exigir a la compañía con la que vas a firmar tu seguro.