La importancia de la liquidez: ¿Qué sucede al tener efectivo?
En un contexto de bajos tipos de interés como el que actualmente rige en las finanzas europeas, es difícil pensar en cuál es el mejor instrumento en el que invertir nuestros ahorros. Si bien existen alternativas para hacerlo, ninguna de ellas está exenta de riesgos, lo cual no puede ser muy recomendable para algunos ahorradores con perfiles mucho más conservadores.
En estas circunstancias, son muchas las personas que deciden mantener su dinero en efectivo en lugar de inmovilizarlo en un producto de ahorro con el que obtener una rentabilidad. Aquella premisa financiera que desaconsejaba guardar el dinero debajo del colchón parece haberse revertido.
Intereses negativos, ¿tengo que pagar por invertir en deuda pública?
Ya no es que la situación financiera sea extraña; es que se ha vuelto totalmente antieconómica. En los últimos meses, los inversores han estado dispuestos a pagar por comprar bonos del estado del Reino de España.
¿Cómo es posible? ¿Pagan por tener títulos de Deuda Pública española? La respuesta es sí. En las últimas subastas del Tesoro, el interés medio que han pagado los inversores ha sido negativo, lo que significa recibir menos dinero del que hemos invertido inicialmente.
Evidentemente, a pesar de la seguridad que proporciona la inversión en un producto de este tipo, los expertos desaconsejan que un particular coloque sus ahorros en este instrumento, ya que estaríamos perdiendo dinero, además de renunciar a la disponibilidad del mismo.
La deflación, positiva para los ahorradores
Si bien la mayoría de economistas piensan que la deflación es un fenómeno perjudicial para la economía, los ahorradores salen beneficiados cuando el nivel general de precios desciende. La caída generalizada en el nivel de precios aumenta el poder adquisitivo del dinero en efectivo, lo que significa que podemos adquirir más cantidad de bienes y servicios guardando con la misma cantidad que antes.
Dicho de un modo financiero, la deflación nos proporciona una cierta rentabilidad por nuestro dinero, cuyo valor adquisitivo crece en la misma proporción que la reducción del nivel general de precios. Por ejemplo, un nivel de deflación del 0,5% es equivalente a un producto de renta fija con una rentabilidad del 0,5%. Además, la deflación se suma a la rentabilidad que haya obtenido otro producto, dando como resultado su rentabilidad real (rentabilidad del producto + nivel de deflación).
Eso sí, la deflación no es fenómeno permantente. Depende de multitud de factores complejos que ni los mejores analistas se atreven a predecir. Los esfuerzos del Banco Central Europeo con su programa de compras se centran, precisamente, en aumentar los precios; algo que, tarde o temprano, acabará sucediendo.
Evitando el pago de impuestos
Uno de los errores más comunes de la mayoría de inversores, en especial los más novatos, es creer que la rentabilidad de un producto es la que le aparece indicada en la publicidad del mismo. Sin embargo, la renta que recibe el inversor en términos nominales tiene una pata más: los impuestos que hay que pagar por la plusvalía obtenida.
Así, la rentabilidad después de impuestos es una variable que sirve para indicar el dinero que recibirá el ahorrador una vez se hayan pagado los correspondientes impuestos a Hacienda. Al fin y al cabo, se trata de la cantidad de dinero que efectivamente acaba recibiendo el ahorrador por su inversión.
Entonces, ¿es una buena idea mantener dinero en efectivo?
Si tenemos en cuenta todas estas premisas y a ellas le sumamos que, según la opinión de la mayoría de expertos, 2016 no va a ser el año en el que los tipos de interés vayan a aumentar, la tenencia de dinero en efectivo no parece una idea tan descabellada, al menos para aquellas personas que no quieren asumir ningún tipo de riesgo por sus ahorros.
Además, hay que tener en cuenta otro factor: el dinero en efectivo es dinero disponible para cualquier fin (comprar, domiciliar recibos, realizar transacciones…) que es, precisamente, su característica más interesante. No obstante, hay que tener en cuenta que la situación puede revertirse en cualquier momento y que, por tanto, el dinero debajo del colchón vuelva a ser, de nuevo, una mala idea en un futuro próximo.