En nuestra tierna infancia, una golosina era uno de los más preciados manjares que nos podíamos llevar a la boca. Resistir la tentación de no comernos aquella bolsa que nos compraban nuestros abuelos era misión casi imposible. Y no digamos ya si esto se producía tras varios días de abstinencia; la probabilidad de que la golosina siguiese ahí durante más de 2 minutos era prácticamente nula.
El pasado 4 de mayo, el Banco Central Europeo anunció que dejaría de emitir los billetes de 500 euros a partir de 2018, año en el cual entrarían en circulación los nuevos billetes de 100 y 200 euros. Se trata de una decisión muy esperada por muchas personas, que veían en el billete morado una forma de evadir impuestos y el medio de pago perfecto para financiar actividades ilegales y fines delictivos. Después de esta controvertida decisión, son muchos los que se preguntan si ésta podría ser la antesala a la desaparición del dinero en efectivo.
Si un buen día tu jefe te da la opción de subirte el sueldo los próximos dos años o dejártelo congelado, con total seguridad tu respuesta sería optar por la primera opción. Quién en su sano juicio rechazaría una subida de sueldo, máxime cuando la otra opción es que no te lo suban. Pues bien, esta decisión, que a priori no debería requerir de mayor deliberación, puede ser más difícil de tomar si tenemos en cuenta todos los factores económicos.
Muchas personas se preguntan sobre la fórmula para comprar billetes de avión baratos y así volar a precios bajos siempre. ¿Existe o es algo imposible? ¿Qué podemos hacer para encontrar buenos precios y así ahorrar en el presupuesto para nuestras próximas vacaciones?.
Existe una vieja expresión que asegura que el dinero no da la felicidad a la que muchos le añaden la coletilla ... pero ayuda. La clave es saber cuánto y cómo puede llegar a ayudarnos a ser más felices. Existen multitud de estudios, con fórmulas matemáticas incluidas, que han tratado de dar una respuesta coherente a tal cuestión.
En prácticamente ningún momento de la historia, los precios se han mantenido inalterados de un año para otro. Pensemos en lo que podía costar comprar el periódico o una barra de pan hace 50 años y en cuánto cuesta ahora. Y pensemos en cuánto pagábamos por nuestra tarifa de móvil apenas cinco años y en cuánto pagamos ahora. Son las dos caras de la misma moneda, aunque con connotaciones muy diferentes: en la primera de ellas, la inflación ha provocado que paguemos más por los mismos bienes mientras que, por su parte, una mayor competencia entre compañías ha servido para que gastemos menos en nuestra factura de telefonía móvil.
Cualquier producto que compremos, especialmente los dispositivos electrónicos, pierde valor desde ese mismo momento. Y no solo por el uso; el propio paso del tiempo y la aparición de nuevos modelos en el mercado, que en muchas ocasiones incorporan más prestaciones y una mejor tecnología, provocan un envejecimiento acelerado de nuestros dispositivos.
Ante la difícil situación en la que se encuentran los diferentes sistemas de pensiones europeos en la actualidad, la mayoría de países están en la fase de redefinición y ajuste de sus sistemas de previsión a las nuevas realidades sociales. Los retos a los que se enfrentan son importantes: el continuo envejecimiento de la población provocará un aumento de la población beneficiaria de las pensiones y una disminución notable de los trabajadores que con sus cotizaciones contribuyen a la sostenibilidad del sistema.
En los últimos meses, los medios de comunicación están incluyendo dentro de sus titulares noticias sobre el desplome de los precios del petróleo. Si a principios de 2012, el precio de esta importante materia prima alcanzaba los 125 dólares, hoy está por debajo de los 50 dólares. Esta rebaja tiene muchos más efectos sobre la economía y las finanzas de lo que pensamos.