¿En qué consiste SEPA y cómo nos afecta?
Desde el pasado 1 de febrero de 2014, las siglas SEPA (Single European Payments Area) son un símbolo común en todas las operaciones entre bancos y particulares. Gracias a esta nueva norma, todos los ciudadanos europeos pueden realizar y recibir pagos en las mismas condiciones, los mismos derechos y con las mismas obligaciones, con independencia del país en el que residan o desde el cual realicen la operación y de que las operaciones que realicen sean nacionales o transfronterizas.
Desde su puesta en marcha, 34 países en toda Europa, que engloban un mercado total de más de 500 millones de ciudadanos y más de 70.000 millones de transacciones financieras, han tenido que adaptar sus estándares a las nuevas normas. Aunque para nosotros haya sido un proceso con aparente poco impacto, más allá de tener que facilitar a nuestra empresa y a otras personas nuestro IBAN en lugar de nuestro número de cuenta para recibir transferencias, lo cierto es que SEPA tiene consecuencias bastante menos conocidas sobre nuestras finanzas.
Pagos entre países SEPA, mucho más sencillos
"Un austriaco podrá pagar desde su país una factura de teléfono francesa". Este es uno de los ejemplos utilizados en alguno de los muchos vídeos promocionales que tienen como fin mostrar alguna de las ventajas de este nuevo sistema. Aunque se trata de un simple eslogan, condensa en muy pocas palabras la filosofía de este nuevo modelo: simplificar la estructura financiera de los pagos en la zona euro con el fin de consolidar toda la estructura económica europea.
Esta unificación en los pagos tiene sus ventajas, especialmente para las empresas con relaciones comerciales en otros países. La posibilidad de enviar y recibir transferencias de dinero en toda la zona SEPA en las mismas condiciones y con los mismos tiempos que en España supone una mejora de la eficiencia de los procesos electrónicos, un retraso en los pagos mucho menor y, en consecuencia, una mayor facilidad para aquellas empresas que deseen internacionalizarse.
Mayor seguridad con las tarjetas de crédito
Hace muy pocos años, sacar dinero en un país extranjero era, en algunas ocasiones, una auténtica odisea. Había que buscar un cajero automático desde el cual poder retirar efectivo y rezar para que no nos cobrasen muchas comisiones. Lo mismo ocurría con los pagos realizados en otro país; los cargos a la tarjeta nunca llegaban de manera instantánea y perdíamos, en muchas ocasiones, la noción de cuánto habíamos gastado en ese viaje.
La Zona Única de Pagos SEPA establece un marco general y homogéneo en todos los países a través del cual los titulares de estas tarjetas de crédito pueden retirar efectivo y realizar pagos en las mismas condiciones que en su país de origen, con la misma facilidad y comodidad. Este sistema refuerza, además, la seguridad de las operaciones, al reconocer el EMV (un estándar de la industria de las tarjetas que aumenta la seguridad del chip y el PIN para combatir el fraude) para la aceptación de pagos en todo el ámbito SEPA.
¿Domicilias algún recibo? Con SEPA tendrás que autorizarlo mediante mandato
SEPA también afecta a los adeudos domiciliados, es decir, todos los recibos que periódicamente nos descuentan de nuestra cuenta corriente bajo nuestro consentimiento, como el gimnasio, la electricidad, Internet o el agua, entre muchos otros.
Desde la puesta en marcha de este sistema, los titulares de cuentas corrientes que quieran domiciliar algún pago deberán autorizarlo de forma expresa a través de un mandato por escrito por el que el deudor autoriza al acreedor a efectuar cargos por domiciliaciones bancarias. Hasta ahora, hasta un contrato apalabrado tenía validez legal; sin embargo, a partir de SEPA, todos los adeudos tendrán que autorizarse bajo mandato, a excepción de aquellos que se realizaron hasta octubre de 2009.
En definitiva, SEPA tiene una serie de ventajas para nosotros que no todo el mundo conoce pero que sin duda supone un antes y un después en todas las transacciones financieras.